miércoles, 23 de octubre de 2019

La revolución española vista por una republicana (La révolution espagnole vue par une républicaine)


Es un ensayo biográfico histórico de la abogada, escritora, política y defensora de los derechos de la mujer española Clara Campoamor publicado por primera vez en francés en 1937 y posiblemente traducido al español en una edición hoy desparecía, tuvo escasa difusión hasta que en 2005 cuando se realizó una nueva edición y traducción ampliada y revisada. Incluso Campoamor no lo cita en la relación de sus trabajos. Escrito en Lausana Suiza a finales de 1936, con la colaboración de su amiga Antoinette Quinche, abogada suiza, es probablemente la fuente más antigua sobre los primeros meses de la guerra Civil Española y un testimonio es de gran importancia, por haber sido testigo directo de los hechos y voz autorizada para juzgarlos.

Se trata de un testimonio personal, un diario sobre las vivencias de Clara Campoamor en el «Madrid rojo». Esta obra no se limita a reflejar el terror vivido en Madrid durante los primeros meses de la guerra, sino que constituye un clarividente análisis de los orígenes de la guerra, así como de las previsibles dificultades que nacerían de la victoria de cualquiera de los contendientes. No es un libro estrictamente literario, pero no por ello es menos sorprendente. Al contrario, la inteligencia de su autora y su escritura sencilla e implacable, lo hace mucho más valioso que la mayoría de los que se publicaron entonces y después, quizá porque abandonando la retórica dejaba de ser propagandístico. Se leerá, sin la menor duda, como un vertiginoso episodio nacional. Las ideas de Campoamor fueron netas, ponderadas y, acaso lo más prodigioso, con una meridiana lucidez, ya que las exponía en el mismo 1936. Lo que otros empezaron a admitir tantos años después, ella lo vio claro cuando solo habían transcurrido unas pocas semanas de lucha.»

El motivo principal por lo que Clara Campoamor comienza a escribir esta obra es que, al estañar la guerra civil, aunque ella se opuso por completo a los golpistas, manteniéndose fiel a la República española el Estado de derecho se rompió y el gobierno se alejo de los ideales de la República y sus gobernantes comenzaron a preocuparse más por la revolución proletaria que en el bienestar del sistema y de los españoles. Mientras que los radicales comunistas comenzaron a adquirir poder y la falange conseguía una gran cantidad de afiliados comenzó una purga indiscriminada incluyendo a aquellos contrarios que, aun siendo fieles al sistema, podía poner en peligro su mando de poder: «Al principio se persiguió a los elementos fascistas. Luego la distinción se hizo borrosa. Se detenía y se fusilaba a personas pertenecientes a la derecha, luego a simpatizantes, más tarde a los miembros del partido radical de Lerroux, y luego –error trágico o venganza de clase- se incluyó a personas de izquierda republicana como el infeliz director de un colegio para muchachos, el Sr. Susaeta, hijo de un ex-diputado radical socialista… Cuando se comprobaron aquellos errores, se echaba la culpa de los asesinatos a los fascistas y se continuaba.» En Madrid la revolución estaba acabando con cualquier vestigio de los principios de la democracia republicana y Campoamor perdió toda esperanza por volver a la situación anterior. En 1937 temiendo por su vida y por las propias presiones que recibió desde la izquierda radical Campoamor se exilio y comenzó a escribir esta obra.

La escasa difusión durante muchos años se debe a que Clara Campoamor pidió ella misma que fuera retirado para no perjudicar el nombre de la República cuando algunos de sus amigos y compañeros le informaron de las atrocidades que se estaban produciendo también en la zona controlada por los sublevados. Pero el silencio que ha rodeado la obra encuentra su explicación, sobre todo, en que, por un lado, el bando republicano no sale bien parado y en el de los sublevados no podían alabar una obra escrita por una republicana.

Clara Campoamor Rodríguez (Madrid, 12 de febrero de 18881​-Lausana, 30 de abril de 1972) Con 36 años, se convirtió en una de las pocas abogadas españolas de la época, y pasó a ejercer su profesión. En 1925 se convirtió en la segunda mujer en incorporarse al Colegio de Abogados de Madrid. Tras proclamarse la Segunda República, Clara Campoamor fue elegida diputada por la circunscripción de la ciudad de Madrid en las elecciones de 1931  (entonces las mujeres podían ser elegidas, pero no ser electoras). Durante el periodo de las Cortes Constituyentes de 1931 formó parte del equipo que elaboró el proyecto de la Constitución de la nueva República integrada por veintiún diputados. En dicho organismo luchó por establecer la no discriminación por razón de sexo, la igualdad jurídica de los hijos e hijas habidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y el sufragio universal, a menudo llamado “voto femenino”. Consiguió todo, excepto lo relativo al voto, que tuvo que debatirse en las Cortes de España. El debate final celebrado el 1 de octubre fue un acontecimiento. Campoamor fue considerada como la vencedora y la aprobación del artículo 36 que posibilitó el sufragio femenino se logró con 161 votos a favor por 121 en contra. Al estallar la Guerra Civil se exilió, a lo largo del tiempo y hasta su muerte, intentó varias veces volver a España, pero el hecho de estar fichada por el Tribunal de Represión de la Masonería se lo impidió. Tras la Transición, se llevaron a cabo homenajes y reconocimientos que fueron valorados como escasos por organizaciones por igualdad de la mujer. Diversos institutos, colegios, centros culturales, asociaciones de mujeres, parques y calles recibieron su nombre. Entre estos reconocimientos destaca, por su repercusión e importancia, la creación en el año 2005 del Premio Mujer y Parlamento "Clara Campoamor" que otorgan el Congreso de los Diputados, el Senado y el Ministerio de la Presidencia. Este galardón reconoce las obras o estudios que aportan conocimiento o subrayan el significado de la participación de las mujeres en la vida política y especialmente parlamentaria.


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