En un ensayo, una biografía colectiva,la primera obra del escritor,
periodista y abogado español Javier Padilla publicado por primera vez en 2019
tras recibir el premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias. presenta una
biografía de Lola González, Enrique Ruano y Javier Sauquillo y del ambiente en
que vivieron. Con ello reconstruye, a través, los difíciles años de la
Transición Española, que si bien condujeron de una democracia solida no estuvo exentos
de momentos trágicos y de una tensión casi permanente, debida sobre todo a la
amenaza del terrorismo.
Lola González, Enrique Ruano y Javier Sauquillo procedían de
familias acomodadas, habían estudiado en buenos colegios y tomaron parte del
espíritu revolucionario universitario de 1968. Se incorporaron al Frente de
Liberación Popular (FLP), más conocido como el Felipe, la organización política
española no reconocida legalmente que actuó en oposición al franquismo entre
1958 y 1969 movida por el fracaso en la implantación en el interior de las
formaciones políticas de izquierdas La mayoría de sus componentes provenían de
las formaciones estudiantiles clandestinas de las universidades y fue germen de
algunas de las opciones políticas de renovación de la izquierda española
coincidente con la revisión de las teorías comunistas más ligadas a la Unión
Soviética por concepciones próximas a modelos de socialismo democrático radical
de corte occidental, así como cristianos de base. Enrique entonces novio de Lola
fue detenido el 17 de enero de 1969, por arrojar en la calle propaganda de su
partido, y trasladado a comisaría. Tres días más tarde, fue llevado a un
edificio de la calle del Príncipe de Vergara de Madrid, para efectuar un registro de la
vivienda, y allí cayó por una ventana del séptimo piso. El suceso fue
presentado oficialmente como un suicidio, y se dijo que el joven echó a correr
y se arrojó por la ventana. Incluso se llegó a presentar un supuesto diario en
el que se expresaban ideas suicidas y que se filtró a la prensa, tras las
continuas quejas del padre de Ruano llego a recibir una llamada de Manuel Fraga(en
aquel entonces ministro de Información y Turismo) para amenazarle y decirle que
dejara de protestar. Fraga le recordó que tenía otra hija de la que ocuparse.
En uno de sus libros, Fraga se refiere a lo que llama «un intento minoritario
de declararme persona non grata en la Universidad». Durante los últimos años
del franquismo, el suceso tuvo una repercusión relativa, con mayor fuerza en
ambientes universitarios. No hubo una investigación seria de lo ocurrido,
aunque varios abogados denunciaron para que se investigaran los hechos, sin
conseguirlo. La familia consiguió que el Tribunal Supremo ordenara reabrir el
caso en 1994 y sólo en 1996, 27 años después, fueron encausados los tres
policías que se encontraban con Enrique Ruano cuando éste supuestamente se
cayó. El proceso se complicó por la extraña desaparición de algunas pruebas
como un trozo de la clavícula del joven, en la que los querellantes dijeron que
debía hallarse la evidencia de un disparo, que habría sido para ellos la causa
de la muerte, finalizó con la absolución de los tres policías, ante las
discrepancias de los peritos médicos en el juicio, aunque con un voto particular
de uno de los miembros del Tribunal, que disintió de ese veredicto. El Tribunal
consideró que, en todo caso, se produjo una deficiencia en la custodia del
detenido por parte de los agentes, cuya consecuencia fue su muerte. En febrero
de 1969, un mes después de su muerte, los tres policías que le detuvieron
recibieron una "felicitación por los servicios prestados". Enrique
Ruano era compañero de colegio de Alfredo Pérez Rubalcaba (futuro
vicepresidente del Gobierno y ministro del Interior de España). La indignación
por la muerte de su compañero impulsó a Rubalcaba a introducirse en la política
y a afiliarse al Partido Socialista Obrero Español.
Con una trágica conciencia también en enero 8 años después de
la muerte de Enrique exactamente el 24 de enero de 1977 Javier se encontraba en
el bufete de abogados donde trabaja en la Calle Atocha de Madrid preparando una
reunión cuando unos terroristas de extrema derecha irrumpieron en el despacho y
comenzaron a disparar contra él y a sus compañeros. Javier protegió con su
cuerpo a Lola con la que se había casado. El atentado acabo con 5 muertos y 4
personas gravemente heridas. Javier sobrevivió al ataque muy malherido, del
despacho, pero murió al día siguiente en el hospital Doce de Octubre por las
heridas sufridas. Unos días después, su capilla ardiente fue instalada en el
Colegio Mayor de Abogados, y posteriormente fue enterrado en el cementerio de
Carabanchel. El ejemplo de dignidad que Sauquillo y sus compañeros abogados hicieron
que aquel día quedara marcada en la memoria colectiva, y su asesinato supuso un
punto de inflexión en la Transición. En marzo de aquel mismo año, y en gran
parte por la muestra de entereza de los comunistas en el entierro de los
abogados, se legalizó el PCE. Lola sobrevivió a sus graves heridas, pero su
vida quedó marcada para siempre. La democracia que vivimos fue para ella una
gran decepción, pues poco tenía que ver con el sueño revolucionario que ellos
tres compartieron. Su historia es la de tantos supervivientes de atentados
terroristas que hubieron de afrontar durante años terribles secuelas físicas y
psíquicas. Lola Murió en Madrid, el 27 de enero de 2015 y En abril de ese año fue homenajeada en la
Universidad Complutense de Madrid.
El jurado del premio Comillas
ha destacado en un comunicado la minuciosa reconstrucción de los avatares del
movimiento estudiantil antifranquista de los años sesenta, a partir de la
emocionante y dolorosa historia de amor que entrelazó la vida de Enrique Ruano,
Dolores González y Francisco Javier Sauquillo. Asimismo, ha destacado «la
oportunidad de un texto que aúna de forma magistral episodios del pasado
político de España, las victorias y frustraciones que tejieron la Transición
política española, con el trágico destino personal de tres destacados
activistas contra la dictadura.
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