Pastoral iraquí nos cuenta el
destino de los hombres que juegan con fuego, acosados por viejos demonios
familiares y perturbados por la cobardía, el engaño y el sórdido afán de vencer
a un enemigo invisible. Es la fábula de un soldado desdichado al que nadie
puede ayudar y el cínico retrato que un hombre ofendido hace de sí mismo.
Intensa novela de guerra sin guerra,
la falta de guerra en el sentido de grandes operaciones
bélicas, sí se muestran el absurdo y el horror típicos de la narrativa
antibelicista clásica desde una óptica del todo personal. Evita Baltasar la
deriva hacia las grandes preguntas existencialistas o al alegato político, que
con frecuencia lleva a los protagonistas de este tipo de obras, y plantea la
novela como una confesión que cuestiona la verdad tanto de la historia como de
su crónica. El título irónico da una pista previa del sentido del libro: ningún
bucolismo pastoril ni un adarme de idealismo sentimental se encuentran en un
escenario sobrado de violencias y frustraciones.
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