El Angelus de Millet se convirtió en una obsesión para el
pintor español Salvador Dalí, quien realizó distintas reinterpretaciones
pictóricas del mismo tema y sobre cuyo significado escribió entre 1932 y 1935
un ensayo titulado "El mito trágico del Angelus de Millet". En su
libro "Confesiones inconfesables", Dalí afirmaba que el Angelus se
había convertido para él en la "obra pictórica más íntimamente turbadora,
la más densa".
Millet representa en ella una escena campestre, que es la
que dominará en principio su obra. En un primer momento, Millet había pintado
dentro de la cesta que está en el suelo a una criatura de pocos meses de edad,
pero que había fallecido, y a los dos personajes de pie como los compungidos
padres que la miraban sin consuelo. Esta situación conmocionó mucho a los que
la vieron por primera vez, y recibió críticas, por lo que este pintor
se decidió a retocarla quedando como la vemos hoy.
Este texto de Salvador Dalí, escrito en francés entre 1932 y
1935, se extravió en el momento en que Dalí y Gala tuvieron que abandonar a
toda prisa la ciudad de Arcachon, pocas horas antes de la ocupación alemana.
Veintidós años después, fue reencontrado y finalmente publicado en Francia, en
1963, sin que el autor, según el mismo confiesa, «tuviera que cambiar una
coma».
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En 1978 publicamos esta obra por vez primera en castellano.
El propio Salvador Dalí añadió nuevos comentarios y amplió la documentación gráfica
-convirtiendo así esta edición en una auténtica primicia mundial-, pues no en
vano la hipótesis desarrollada en esta obra fue una preocupación constante en
su autor.
Nunca, como en estas reflexiones suscitadas a Dalí por el
conocido cuadro de Millet, El Angelus, han quedado mejor analizados tanto su
teoría sobre el mecanismo del fenómeno paranoico desde el punto de vista
surrealista, como su método de interpretación «paranoico-crítica». Durante la
gestación y elaboración de este texto, Dalí sometió personalmente a sus amigos
-André Breton, Giacometti, el entonces joven Lacan, Gala e incluso Freud- sus
vivencias y visiones, que le habían ido revelando las múltiples
interpretaciones del mito, ese mito trágico, de la mujer castradora frente al
hijo «absorbido» y anulado con su inevitable secuela de obsesiones atávicas.
Otro aspecto sorprendente de este texto en la actual edición
es la confirmación definitiva de la hipótesis daliniana, según la cual Millet
ocultaba, tras el pintor bucólico de sus inocentes cuadros, cuyas
reproducciones presiden los hogares bienpensantes del mundo entero, al pintor
secreto de dibujos e ilustraciones eróticas.
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