Es un libro de la periodista y escritora bielorrusa,
ganadora del Premio Nobel de literatura, Svetlana Aleksievich (Ella es el
primer escritor de Bielorrusia en recibir el premio,también el escritor de no
ficción en un siglo en recibirlo y por
primera vez en la historia, el Premio Nobel de Literatura fue otorgado a un
periodista profesional). Son un conjunto de historias reales sobre el accidente
en la central nuclear de Chernobyl en 1986. El texto se publicó por primera vez
en 1997 en la revista rusa "La amistad de los pueblos “, recibiendo un
premio de la revista; En el mismo año, se publicó el libro, aunque la mayor
publicación traducción y difusión del libro se produjo a partir del 2005 cuando
la autora gano el Premio Novel. En 2013 se lanzó una edición revisada y actualizada.
La escritora bielorrusa da voz a aquellas personas que
sobrevivieron al desastre de Chernóbil y que fueron silenciadas y olvidadas por
su propio gobierno El 26 de abril de 1986, el peor accidente de un reactor
nuclear en la historia ocurrió en Chernobyl y contaminó hasta tres cuartos de
Europa. «Voces de Chernobyl» es el primer libro que presenta relatos personales
de la tragedia. La periodista Svetlana Alexievich entrevistó a cientos de
personas afectadas por el colapso, desde ciudadanos inocentes, bomberos y
los llamados a limpiar el desastre, y sus historias revelan el miedo, la ira y
la incertidumbre con la que aún viven. Compuesto por entrevistas en forma de
monólogo, «Voces de Chernobyl» es una obra de crucial importancia, inolvidable
en su poder emocional y honestidad. La obra está planteada como si fuera una
tragedia griega, con coros y unos héroes marcados por un destino fatal, cuyas
voces fueron silenciadas durante muchos años. Pero, a diferencia de una
tragedia griega, no hubo posibilidad de catarsis.
El libro forma parte de un ciclo, que la autora define como
la "crónica de la Gran Utopía" o la historia del "hombre rojo”
ciclo que continúa actualmente, todas las obras de este ciclo se describes como
Ensayo periodístico, pero ella misma rechaza la noción de que es periodismo y
de hecho, el género elegido por Alexievich es "literatura
documental": una representación artística de hechos reales, con un cierto
grado de licencia poética.
En el momento del desastre (abril de 1986), Alexievich era
un periodista que vivía en Minsk, la capital de lo que entonces era la
República Socialista Soviética de Bielorrusia, con una población de solo 10
millones, la explosión nuclear fue un desastre nacional: el 70% de los
radionucleidos liberados en el accidente cayó sobre Bielorrusia. Durante la
segunda guerra mundial, los nazis destruyeron 619 aldeas bielorrusas, junto con
sus habitantes. Como resultado de las consecuencias de Chernobyl, el país
perdió 485 aldeas y asentamientos. De estos, 70 han sido enterrados por equipos
de limpieza conocidos como "liquidadores". Hoy, uno de cada cinco
bielorrusos vive en tierras contaminadas. Eso es 2.1 millones de personas, de
las cuales 700,000 son niños. Debido a la presencia prácticamente permanente de
pequeñas dosis de radiación alrededor de la "Zona", el número de
personas con cáncer, trastornos neurológicos y mutaciones genéticas aumenta
cada año. Alexievich entrevistó a más de 500 testigos presenciales, incluidos
bomberos, liquidadores, políticos, médicos, físicos y ciudadanos comunes
durante un período de 10 años. El libro relata la tragedia psicológica y
personal del accidente de Chernobyl, y explora las experiencias de las personas
y cómo el desastre afectó sus vidas. La autora no impone una evaluación de los
acontecimientos y no hace culpables, sino que obliga a los lectores a trabajar
en una memoria colectiva de las consecuencias humanas y sociales del desastre.
El 26 de abril de 1986, un experimento técnico fallido en la
planta nuclear provoco un incendio de grafito que explotó el techo, liberando
el núcleo del reactor y expulsando 50
toneladas de combustible radiactivo, en el cielo nocturno. Las autoridades
soviéticas ocultaron el desastre. Tres días después, se descubrió que los
trabajadores de una planta nuclear en Suecia tenían partículas radiactivas en
su ropa. Al no encontrar fugas en su planta, los suecos rastrearon las
partículas hasta la frontera entre Ucrania y Bielorrusia. El accidente dejará
el área radiactiva durante 48.200 años. "La radio no decía nada, y los
periódicos tampoco, pero las abejas lo sabían. No salieron durante dos días, ni
una sola". La ausencia de información sorprendió a pocas personas
entrevistadas por Svetlana Alexievich en este libro maravilloso y trágico.
Aunque esta era la era de Gorbachov, que sale muy mal parado, la gente todavía
buscaba la verdad en el comportamiento de los jefes de su partido en lugar de
los medios de comunicación; y los jefes tomaban tabletas de yodo y cuando visitaron
la zona , se aseguraron de caminar solo sobre la triple capa de asfalto fresco
que habían depositado para su visita. Nadie sabía de qué era capaz la
radiación: la energía nuclear se conocía como "el Trabajador
Pacífico". Pasaron tres días antes de la repentina evacuación del pueblo
más cercano, Pripyat, a dos kilómetros de distancia. Hoy, Pripyat y un radio de
30 kilómetros supuestamente solo es el hogar de fantasmas, seguridad y científicos.
Excepto que no lo es: "la zona" tiene su propia habitante,
"auto-colonos", refugiados, ladrones y residentes que han regresado,
como Anna la apicultora y el viejo aldeano de Bely Bereg que le dice a la autora,
"El hogar es donde está el corazón. Cuando no estás allí, incluso el sol
no es el mismo".
El gobierno del actual presidente de Bielorrusia continúa
negándose a reconocer el impacto de Chernobyl. Cuando la planta explotó y el
viento empujó una nube radiactiva sobre todo el país, el director del Instituto
de Energía Nuclear de Bielorrusia, Vasily Nesterenko, corrió a las oficinas del
Partido en Minsk, rogando a los funcionarios que iniciaran la distribución de
yodo: la ciudad tenía 700 kg de concentrado de yodo en almacenados en caso de
un ataque de la Guerra Fría, fue ignorado y finalmente despedido el lo describe
como "una conspiración de ignorancia y obediencia". En 1999, el
colega de Nesterenko, el científico clínico Prof Yuri Bandazhevsky, fue
arrestado por divulgar los efectos del cesio 137, particularmente en el feto
humano. El profesor Bandazhevsky ahora se está muriendo en la cárcel.
El libro de Alexievich, que debería ser una experiencia
melancólica, es más y menos que eso. Su técnica es una poderosa mezcla de
elocuencia y falta de palabras, que describe la incompetencia, el heroísmo y el
dolor: a partir de los monólogos de sus entrevistados, crea una historia que
puede tocar al lectora aunque se encuentre muy distanciado de los eventos. El libro comienza y termina con el testimonio de dos viudas;
uno la joven esposa de un bombero de
Pripyat que fue esa noche a combatir el incendio en mangas de camisa, el otro
la esposa de un "liquidador", uno de los 600,000 hombres reclutados
para enterrar la capa superior del suelo y matar a todos los animales de la
zona. El fue el último de su pelotón en
morir. Cuando ya no puede hablar, su mujer le pregunta: “¿sientes ahora haber
ido?" Él niega con la cabeza y escribe "Cuando muera, venda el coche
y la llanta de refacción y no te cases con Tolik". Tolik es su hermano.
Ella no se casó con él. Entre estas penas desesperadas hay historias de cinismo
y momentos surrealistas de codicia y confusión. Parece que se vendieron
tractores radiactivos, motocicletas y abrigos de piel de contrabando de la zona
en toda la Unión Soviética.
Basándose en el libro se realizaron diversas obras de
teatro, en 2008 la directora Juanita Wilson filmó el cortometraje "La
puerta" con una historia del libro. En 2016, se filmó la película
dramática " Voces de Chernobyl ", una película en francés,
coproducida por Luxemburgo, Austria y Ucrania, fue la candidata de Luxemburgo
para el Oscar a la mejor película extranjera. La serie de 2019 Chernobyl deHBO
se basa en parte en este libro.
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