Es un ensayo biográfico histórico de la abogada, escritora,
política y defensora de los derechos de la mujer española Clara Campoamor
publicado por primera vez en francés en 1937 y posiblemente traducido al
español en una edición hoy desparecía, tuvo escasa difusión hasta que en 2005
cuando se realizó una nueva edición y traducción ampliada y revisada. Incluso
Campoamor no lo cita en la relación de sus trabajos. Escrito en Lausana Suiza a
finales de 1936, con la colaboración de su amiga Antoinette Quinche, abogada
suiza, es probablemente la fuente más antigua sobre los primeros meses de la
guerra Civil Española y un testimonio es de gran importancia, por haber sido
testigo directo de los hechos y voz autorizada para juzgarlos.
Se trata de un testimonio
personal, un diario sobre las vivencias de Clara Campoamor en el «Madrid rojo». Esta obra no se
limita a reflejar el terror vivido en Madrid durante los primeros meses de la
guerra, sino que constituye un clarividente análisis de los orígenes de la
guerra, así como de las previsibles dificultades que nacerían de la victoria de
cualquiera de los contendientes. No es un libro estrictamente literario, pero
no por ello es menos sorprendente. Al contrario, la inteligencia de
su autora y su escritura sencilla e implacable, lo hace mucho más valioso que
la mayoría de los que se publicaron entonces y después, quizá porque
abandonando la retórica dejaba de ser propagandístico. Se leerá, sin la menor
duda, como un vertiginoso episodio nacional. Las ideas de Campoamor fueron
netas, ponderadas y, acaso lo más prodigioso, con una meridiana lucidez, ya que
las exponía en el mismo 1936. Lo que otros empezaron a admitir tantos años
después, ella lo vio claro cuando solo habían transcurrido unas pocas semanas
de lucha.»
El motivo principal por lo que Clara Campoamor comienza a
escribir esta obra es que, al estañar la guerra civil, aunque ella se opuso por
completo a los golpistas, manteniéndose fiel a la República española el Estado
de derecho se rompió y el gobierno se alejo de los ideales de la República y sus
gobernantes comenzaron a preocuparse más por la revolución proletaria que en el
bienestar del sistema y de los españoles. Mientras que los radicales comunistas
comenzaron a adquirir poder y la falange conseguía una gran cantidad de afiliados
comenzó una purga indiscriminada incluyendo a aquellos contrarios que, aun
siendo fieles al sistema, podía poner en peligro su mando de poder: «Al
principio se persiguió a los elementos fascistas. Luego la distinción se hizo
borrosa. Se detenía y se fusilaba a personas pertenecientes a la derecha, luego
a simpatizantes, más tarde a los miembros del partido radical de Lerroux, y
luego –error trágico o venganza de clase- se incluyó a personas de izquierda
republicana como el infeliz director de un colegio para muchachos, el Sr.
Susaeta, hijo de un ex-diputado radical socialista… Cuando se comprobaron
aquellos errores, se echaba la culpa de los asesinatos a los fascistas y se
continuaba.» En Madrid la revolución estaba acabando con cualquier vestigio de
los principios de la democracia republicana y Campoamor perdió toda esperanza
por volver a la situación anterior. En 1937 temiendo por su vida y por las
propias presiones que recibió desde la izquierda radical Campoamor se exilio y comenzó
a escribir esta obra.
La escasa difusión durante muchos años se debe a que Clara
Campoamor pidió ella misma que fuera retirado para no perjudicar el nombre de
la República cuando algunos de sus amigos y compañeros le informaron de las
atrocidades que se estaban produciendo también en la zona controlada por los
sublevados. Pero el silencio que ha rodeado la obra encuentra su explicación,
sobre todo, en que, por un lado, el bando republicano no sale bien parado y en
el de los sublevados no podían alabar una obra escrita por una republicana.
Clara Campoamor Rodríguez (Madrid, 12 de febrero de
18881-Lausana, 30 de abril de 1972) Con 36 años, se convirtió en una de las
pocas abogadas españolas de la época, y pasó a ejercer su profesión. En 1925 se
convirtió en la segunda mujer en incorporarse al Colegio de Abogados de Madrid.
Tras proclamarse la Segunda República, Clara Campoamor fue elegida diputada por
la circunscripción de la ciudad de Madrid en las elecciones de 1931 (entonces las mujeres podían ser elegidas,
pero no ser electoras). Durante el periodo de las Cortes Constituyentes de 1931
formó parte del equipo que elaboró el proyecto de la Constitución de la nueva
República integrada por veintiún diputados. En dicho organismo luchó por
establecer la no discriminación por razón de sexo, la igualdad jurídica de los
hijos e hijas habidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y el sufragio
universal, a menudo llamado “voto femenino”. Consiguió todo, excepto lo
relativo al voto, que tuvo que debatirse en las Cortes de España. El debate
final celebrado el 1 de octubre fue un acontecimiento. Campoamor fue
considerada como la vencedora y la aprobación del artículo 36 que posibilitó el
sufragio femenino se logró con 161 votos a favor por 121 en contra. Al estallar
la Guerra Civil se exilió, a lo largo del tiempo y hasta su muerte, intentó
varias veces volver a España, pero el hecho de estar fichada por el Tribunal de
Represión de la Masonería se lo impidió. Tras la Transición, se llevaron a cabo
homenajes y reconocimientos que fueron valorados como escasos por
organizaciones por igualdad de la mujer. Diversos institutos, colegios, centros
culturales, asociaciones de mujeres, parques y calles recibieron su nombre. Entre
estos reconocimientos destaca, por su repercusión e importancia, la creación en
el año 2005 del Premio Mujer y Parlamento "Clara Campoamor" que
otorgan el Congreso de los Diputados, el Senado y el Ministerio de la
Presidencia. Este galardón reconoce las obras o estudios que aportan
conocimiento o subrayan el significado de la participación de las mujeres en la
vida política y especialmente parlamentaria.
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