miércoles, 12 de junio de 2019

Los Diarios de Keith Haring, (Keith Haring Journals)


Son un conjunto de los escritos del artista estadounidense cuyo pop art y graffitis surgieron de la cultura callejera de la ciudad de Nueva York en los años ochenta. Escritos entre 1977 y 1989 (desde que tenía diecinueve años y hasta poco antes de su muerte). La iniciativa de publicar estos diarios en 1996 se debe a Julia Gruen y a David Stark, de la Fundación Keith Haring, que han contado con la ayuda de Ellen Williams y de David Stanford, de la editorial Viking Press. Para facilitar la lectura, no se ha indicado cuándo se ha dejado texto sin re producir. Las elipsis y la disposición de los textos en el libro reflejan el modo de escribir del propio Keith Haring.

Keith Haring nació en 1958 en Pensilvania y murió en 1990 de complicaciones relacionadas con el SIDA. Comenzó su actividad artística dibujando graffitis en las paredes del metro de Nueva York y acabó siendo considerado uno de los artistas más destacados de la cultura pop de los años ochenta. Hijo de un dibujante de cómics, estudió arte en Pittsburg a partir de 1976 y sólo dos años más tarde realizó su primera exposición individual de dibujos abstractos. Poco después se trasladó a la ciudad de Nueva York, donde se matriculó en la Escuela de Artes Visuales. En 1979 pintó un inmenso cuadro sobre papel en un estudio improvisado en la calle. Lo hizo en veinte segundos. Los transeúntes se agolparon a su alrededor y el acto artístico al completo fue filmado en video. Entre 1980 y 1989 su actitud provocadora y su pintura aparentemente simple, pero de fuerte capacidad expresiva, conquistó a la crítica mundial. Haring participó durante estos años en las exposiciones y bienales de arte internacionales más importantes. Pintó con la misma pasión murales en Tokio, Atlanta, Melbourne y aceras, tazas o camisetas, inspirado en el concepto del «arte para todos», que heredó de Andy Warhol. Sus características figuras, fácilmente reconocibles, se convirtieron en un icono de la cultura de masas finisecular. Keith Haring se enfrentó al Sida a partir de 1989 con una verdadera furia creativa. 

El lector de sus diarios podrá seguirlo en sus numerosos viajes de Nueva York a París o Tokio, siempre tras la concreción de nuevos proyectos. También se comprometió en la lucha contra el sida y creó la Fundación Keith Haring, una entidad no lucrativa dedicada al desarrollo de un amplio número de programas sociales. Los Diarios de Haring impresionan, así, por la vitalidad de la que se hacen eco, por su explosiva contemporaneidad por el humor de algunos pasajes y por la seriedad de aquellas anotaciones -a menudo breves, pero intensas- sobre el arte, la vida y la muerte.

Los diarios documentan cómo este enfant terrible de la escena internacional se dedicó a estudiar la tradición del arte, valorar la obra de los pintores contemporáneos más grandes y, a un mismo tiempo, buscar con fervor su propio camino. Haring refleja en estos pasajes su desarrollo, influido tanto por Matisse, Alechinsky o Léger como por el antiguo arte de los jeroglíficos egipcios o los medios de comunicación de masas. Otra fuente de la que se nutre es la sexualidad: su pintura, dice él, es energía sexual transformada. Estos escritos íntimos son, a un mismo tiempo, diario de notas, espacio de reflexión, espejo del arte de los ochenta y, también, confrontación con la temática de la homosexualidad y el sida. Keith Haring nos lega con ellos los pensamientos que ocuparon a uno de los artistas más espectaculares de la tardía cultura pop. 


De acuerdo con los comentarios que hace el propio Keith Haring en sus diarios, es evidente que esperaba que alguien llegara a leerlos. Keith Haring dejó decenas de cuadernos manuscritos e ilustrados con dibujos, que incluían una gran variedad de materiales, desde largas reflexiones sobre la obra en curso de elaboración hasta mínimas anotaciones, bocetos, citas y relaciones de lecturas. Algunas anotaciones se centran en su trabajo, mientras que otras lo hacen en las relaciones que Keith Haring mantuvo con otras personas y en las situaciones de su vida cotidiana. A medida que su carrera progresaba y que su vida se volvía más complicada, Keith Haring iba escribiendo cada vez menos muchas veces lo hacía en la tranquilidad de los aviones y, como consecuencia, existen vacíos cronológicos importantes. En algún momento se han añadido textos que Haring había escrito con otro objetivo y que permiten restablecer una continuidad en la información.





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